Jorge G. Conte Burrell
Luego de una semana en la ciudad de Tokio, ya por segunda ocasión, he visto cómo se comporta esta megalópolis de más de 10 millones de personas.
Con mucho orden y desarrollo planificado, esa ciudad crece hacia todos los lados, convirtiendo el cantón en una especie de ciudadela sin límites geográficos, que incluye a su paso todo tipo de infraestructuras, que se coordinan perfectamente para darle ese prefacio de “gran ciudad”.
Todos los ciudadanos y visitantes somos conscientes del tipo de ciudad que es y ponemos de nuestra parte para mantenerla funcionando de este modo.
Los peatones respetan las señales de cruzar que ha instalado el Gobierno en las calles, los automóviles, que casi nunca pitan, esperan con respeto a que los peatones crucen las vías, inclusive si se trata de una manifestación. Sus ríos, bien canalizados, son utilizados para sacar la basura de diversas áreas de la ciudad en barcazas o para establecer canales para la práctica del canotaje y de esparcimiento a la vera del río.
Las autopistas de hasta tres pisos se combinan con puentes, pasos peatonales, paradas de buses, líneas de metro, tren y hasta trenes de alta velocidad, que conectan con diversos puntos de interés y de importancia como otras ciudades, con ambos aeropuertos, el Tokio Dome, Saitama Arena y Tokio Disney, sin contar con los cientos de lugares excitantes que posee esa ciudad y las restantes 22 ciudades o municipalidades vecinas.
Una alta conectividad y excelente vialidad hacen a Tokio fácil de transitar, aunque no falta el embotellamiento casual y puntual. Los múltiples parques y áreas públicas son amplias y cuentan con diversidad de usos y atractivos. Sus numerosos museos, bibliotecas, centros deportivos, coliseos y amplias aceras que recorren el borde de algunos ríos hacen esta ciudad amable con sus ciudadanos, que disfrutan de los impuestos que pagan.
Cabe destacar que se ha permitido el acceso de los ciudadanos a los jardines imperiales y que estos, al igual que los demás parques y jardines, son considerados sagrados por sus visitantes y los mantienen pulcros y bien cuidados.
La basura, que merece una mención aparte, ha sido previamente separada por los ciudadanos para evitar grandes volúmenes de material destinado a la incineración. Cientos de puestos de recuperación se instalan cerca de las miles de máquinas de venta de todo tipo de bebidas, al igual que en los diversos negocios.
Las bolsas transparentes son colocadas en puntos de recolección fuera de los negocios, donde son recogidas diariamente según su característica por camiones contratados para este fin para su reciclaje. Estos productos llegan a empresas que se dedican a su recuperación y tratamiento ingresándolos a sus procesos de producción o vendiéndolos a otras empresas. Estos costos son asumidos por el ciudadano, las empresas y por el gobierno municipal, lo que deja claro que el reciclaje per se no es rentable sin subsidios directos e indirectos.
Una visión integral y planificación de mediano y largo plazo, al igual que una generosa fuente de recursos humanos y financieros, división territorial (más alcaldías para un menor número de ciudadanos), transparencia en la ejecución de las obras y mantenimiento de las mismas, pensar en el ciudadano primero y no en los intereses personales, parecen ser la clave para que esta ciudad sea punto de referencia y de negocios para los diversos gobiernos y empresas globales que encuentran en Japón una cultura trabajadora, culta, educada, servicial, con capacidad de consumo y empuje para seguir creciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario